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jueves, 25 de enero de 2018

CHOCOLATE CALIENTE.

d.v.

Al rico chocolate caliente a la antigua usanza

Buen provecho. Antón, Oihana y Ane, junto a la chocolatera que dispensa chocolate caliente. /  MARIAN
Buen provecho. Antón, Oihana y Ane, junto a la chocolatera que dispensa chocolate caliente. / MARIAN


En los meses de invierno ofrecerá chocolate de puchero, elaborado «como antaño, con una receta muy especial y cacao puro al 100% » Txokolateixia, el Centro de Interpretación del manjar de los dioses, explora productos de temporada


MARIAN GONZALEZOÑATI.
«¿Cómo es que no tenéis chocolate caliente ? ¡Con lo a gustito que nos tomaríamos ahora una taza¡» se había convertido en una pregunta recurrente, sobre todo en los meses de invierno, en Txokolateixia. Así que el Centro de Interpretación del Chocolate ha decidido atender la demanda, y ofrece desde hace unos días la posibilidad de degustar a diario «chocolate de puchero a la antigua usanza, mucho menos dulce que el que se estila en la actualidad, con cacao 100% natural y un toque muy particular que es nuestro secreto, como la fórmula de la Coca-Cola» explican entre risas Anton Azpiazu, Oihana Díaz y Ane Astigarraga.
El equipo de la chocolatería esta «muy contento» con la acogida que tiene el espacio expositivo acondicionado en el antiguo obrador de Chocolates Orbea. «El 23 de julio cumpliremos cuatros años aquí, y tenemos muchas razones para estar satisfechos. Sigue creciendo el número de visitantes (en 2017 ascendieron a 3.613) y también las ventas de la tienda-museo, y eso nos da fuerzas para acometer pequeñas inversiones y explorar nuevas ideas como el ofrecer chocolate caliente en invierno o helados en verano» relatan.
«Hoy en día la mayoría de los chocolates que se sirven a la taza se hacen a partir de polvos de cacao procesados, nosotros hemos apostado por volver a la esencia, utilizamos cacao cien por cien natural, y ese toque de amargor en boca, la gente lo está apreciando» explica el 'alma mater' de Txokolateixia, Antón Azpiazu. «Hacemos el chocolate en el puchero, y luego lo mantenemos caliente y listo para el consumo en una pequeña chocolatera. Cada vaso cuesta 1 euro y los primeros consumidores nos han felicitado. El tiempo dirá si funciona o no, pero nuestra ilusión es mantener este producto al menos en invierno y, si la gente lo reclama, también el resto del año. Ya se verá» explica.
El año pasado el templo oñatiarra del chocolate recibió 3.613 visitantes y el proyecto está muy vivo
Además de introducir nuevos productos (trabajan ya con 21 tipos de tabletas con distintas variedades de chocolate, 9 tipos de trufas, 37 variedades de bombones, y cacao puro en polvo y troceado) Txokolateixia se convertido en un reclamo turístico de tirón, un parada llena de alicientes para el paladar, pero también para el resto de los sentidos.

Visitas experienciales

Golosos, «alérgicos» a los museos, adictos al chocolate, aficionados a la historia, curiosos, niños, jóvenes, adultos. Todo tipo de público disfruta de las didácticas y apetitosas visitas por la amargura del cacao y la magia del chocolate.
«Hay gente que repite, y eso es muy reconfortante. Igual vienen en una excursión de jubilados, en cuadrilla o con escolares, y luego vuelven con la familia o amigos porque les gustó. Nos dicen que es una experiencia distinta, una visita muy dinámica, y lo cierto es que las charlas a veces se convierten en debates. Yo disfruto mucho» relata un satisfecho Azpiazu.
La temporada alta de visitas arrancará en Semana Santa y tendrá su punto álgido en julio y septiembre, pero en Txokolateixia, hay movimiento todo el año. En invierno se trabaja más la comercialización de producto, de cara sobre todo a cestas de Navidad y regalos, pero la variedad y la calidad de los chocolates han hecho del espacio expositivo oñatiarra un punto de referencia de los amantes del chocolate todo el año. «Es un producto artesano, tratado con mimo y con envases muy cuidados, y eso la gente lo valora, no solo los turistas, también muchos oñatiarras para consumo propio o para regalar» explica Oihana.
Díaz destaca asimismo la apuesta por visibilizar el trabajo de productores y/o artesanos oñatiarras tanto en la propia chocolateria como en las cestas que comercializa. «Tenemos txakoli de Belaskua, Upaingua y Murgialdai, quesos de Gomistegi y Gesaltza, madgdalenas y galletas de Aizpeko, además del 'Bizcocho de Oñati' de Aizpeko Txiki, o los 'coreanos' del barquillero. Nos gusta ' vender Oñati' incluso en el producto -continúa- y acabamos de comercializar una nueva línea de envases haciendo un guiño a las fuentes monumentales de Oñati y paisajes de nuestro entorno, gracias a la colaboración del diseñador Jabi Erostarbe y del fotógrafo Natxo Santos».
Oihana recuerda además «que la chocolatería se ha convertido también en una ventana cultural, al colaborar e la venta de libros y CDs de colectivos locales y expender entradas para espectáculos y conciertos». Labor que realiza mientras rinde culto a esa dulce tentación que crea pasiones y ha deleitado durante siglos a los paladares más exigentes.
Volviendo a la visitas, recuerdan que la máxima es que «el público se valga de sus cinco sentidos para oler, tocar, oír y saborear el llamado alimento de los dioses a través de un recorrido visual por la historia y el proceso de elaboración de este producto».

Tradición chocolatera

«Tratamos que sea un experiencia para los sentidos, a la vez que una forma de profundizar en la historia de este manjar, tan ligado a la vida oñatiarra» relata Azpiazu, que empezó a hilvanar el proyecto para mantener viva la tradición chocolatera hace más de 25 años.
«En 1601, más de un siglo antes de que la Compañía Guipuzcoana de Caracas introdujese su consumo entre las élites sociales, en la Universidad de Oñati ya se utilizaba el cacao en pasta, para hacer más comestibles los intragables preparados farmacéuticos. El truco camuflaba el mal sabor, y además resultaba vigorizante», explica.
Durante el siglo XVIII el chocolate, ya a la taza, era el centro alrededor del que giraban los actos sociales de las clases dominantes, y la universidad volvió a ser un gran foco de expansión. También era utilizado para el pago en especies en determinadas circunstancias, y el autor del retablo de Bidaurreta, por ejemplo, pidió que parte de sus honorarios se los dieran en chocolate. No es de extrañar pues que visto el éxito del manjar, los artesanos chocolateros proliferaran en Oñati, al principio, valiéndose únicamente de metates, una pequeña mesa de piedra en donde con ayuda de un rodillo, se trituraba el cacao y se mezclaba el azúcar, poniendo debajo una fuente de calor, que disolvía el grano, formando así una pasta.
En el Centro de Interpretación enclavado en el corazón del casco histórico, los visitantes pueden revivir esta experiencia con alguna pequeña trampa. Reciben por un lado el cacao puro y por otro la grasa, y con las proporciones que más les gustan, las mezclan con los demás ingredientes: azúcar, leche, vainilla, etcétera. Hasta que, magia, (el chocolate elaborado previamente) es objeto de degustación.
Entre onza y onza, la visita permite conocer historias que han vinculado a Oñati con el chocolate durante casi 400 años, pero también su origen americano y su rápida expansión por Europa, así como el cultivo y la historia de los granos de cacao, desde la mazorca hasta el producto final.
Toda esa información se completa con mapas y rutas del cacao del siglo XVIII, así como abundante documentación, libros y recetas que acreditan el amor de Oñati por este producto. También se puede conocer la huella que el chocolate ha dejado en el cine o el deporte, sin obviar el hecho de que el chocolate txantxikuarra llegó incluso a la luna, de la mano del popular álbum de cromos infantil 'Juanito Zahor'.

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