San Antón también tuvo ermita
Fue demolida en 1862, y la primera noticia sobre su existencia se remonta a 1481
La piedra que se sacó del peñasco sobre el que se asentaba la capilla, se utilizó en el frontón y los arcos de la plaza
La celebración ayer de San Antonio Abad o de San Antón (protector de los animales y patrón de los ganaderos), y la asamblea general anual que la hermandad que lleva su nombre celebrará el domingo tras la misa del mediodía de la Parroquia de San Miguel Arcángel, son la excusa perfecta para indagar en la historia de una calle que debe su nombre a una ermita que fue derruida hace más de 150 años, concretamente en 1862.
Los más veteranos de la histórica calle igual recuerdan los relatos que sobre este pequeño templo, que se emplazaba cerca de Aitzekua, escuchaban a sus mayores. Pero para el común de los oñatiarras, San Antón es sinónimo de adoquines. Ni remota idea de aquella ermita de la que se tienen noticias ya en 1481. Una pequeña capilla que fue levantada sobre un gran peñasco y que albergaba un altar dedicado a Santa Agueda, por aquel entonces muy venerada en Oñati, y a la que se le guardaba fiesta y atribuían milagros.
Su final comenzó a escribirse en 1858, aunque en otras ocasiones ya estuvo en la cuerda floja. Las extracciones realizadas en el peñasco sobre el que se asentaba la ermita, con el fin de destinar la piedra al nuevo frontón de la plaza, agrietaron al parecer el edificio. Y finalmente en 1862, dado el estado ruinoso de los lienzos de la pared y parte del tejado, se decretó su demolición. La roca también fue derruida y la piedra que se sacó de él se utilizó en el frontón, los arcos de la Plaza y la actual plazuela de San Antón, así que no faltan recuerdos de la ermita en distintos puntos del casco histórico.
Lo cierto es que según recogía el historiador Iñaki Zumalde en 'Miscelánea histórica sobre Oñati', la ermita estuvo a punto de desaparecer en más de una ocasión. Así, un libro de actas recoge como «en 1697 se hizo un arreglo general gracias a las limosnas de muchos vecinos de buen celo y bienhechores».
Más tarde, en una propuesta del Ayuntamiento de 1769 para la supresión de varias ermitas, la de San Antón fue incluida. Sin embargo el obispo autorizó su reapertura el 18 de abril de 1770.
Otro documento de 1825 recoge la petición de Juan Cruz de Arrazola al ayuntamiento solicitando permiso «para levantar la tejavana construida anteriormente contigua a la ermita», restauración para la que se usaron en 1841 las tejas salvadas del incendiado Santuario de Arantzazu.
Lo cierto es que Oñati registra una alta concentración de este tipo de construcciones religiosas, tan arraigadas en siglos pasados en el acervo popular. En la actualidad hay 15 en el pueblo, a las que habría que sumar la de San Julián (que está en ruinas) y la de Urbia, en terrenos de la parzonería.
Quince ermitas en pie
Todos son pequeños edificios llenos de historia. La guerra, la peste, los incendios, los pequeños sucesos cotidianos, la fe, las disputas vecinales, han labrado los muros de centenarios muros y paredes. Fueron lugares de recogimiento donde orar, pero también lugar de encuentro y celebración, el epicentro de muchas de las fiestas que en torno al santoral aún hoy se siguen celebrando en muchos barrios rurales.
Escribía Pablo Gorosabel en su 'Noticias de las cosas memorables de Gipuzkoa' cómo, por el año 1864, existían en Oñati «trece ermitas abiertas al culto, siendo por mucho el pueblo de la provincia que contaba con mayor número». Pero más llamativo aún es que el historiador Iñaki Zumalde casi triplicaba esa cifra en un artículo de la revista 'Arantzazu' de 1953, al sumar a las ermitas existentes, las ya desaparecidas, las capillas del calvario de la carretera de Arantzazu, los santutxus y humilladeros.
La mayoría, al parecer, fueron erigidas en la alta Edad Media. «Por aquel entonces, cada barrio era como una pequeña aldea, y cada cual tenía su ermita» explicaba Zumalde. Quince de ellas aún siguen en pie o se han reconstruido. Ahí están la de Magdalena, Asentzio ( Ascensión), las dos de Santa Cruz (en Zelakua y Ugastegi), Santa Lucía, San José, San Lorenzo, San Andrés, San Elías, San Esteban, San Juan, San Isidro, San Martín y San Roque, y las dos en honor a San Pedro, en Torreauzo y Zubillaga.
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